18 de mayo 2025 - 03:13

Cuando me haga viejo y pierda el pelo, dentro de muchos años, ¿seguirás mandándome la postal por San Valentín, felicitándome por mi cumpleaños con una botella de vino? Si estuviera fuera hasta las tres menos cuarto, ¿echarías el cerrojo? ¿Me necesitarás todavía y me pondrás de comer cuando tenga sesenta y cuatro? Estas frases son con las que comienza Cuando cumpla 64, canción de los Beatles, puro McCartney, como quizá usted haya notado si es devoto del grupo de Liverpool, ya residente en el parnaso donde habitan los clásicos, aquellos creadores que, siendo por edad viejos e incluso remotos, se mantienen vigentes y vigorosos a lo largo del tiempo. Muchos cumplimos años en este mes de mayo –hoy mismo sin ir más lejos– bien puede que debido a una siesta umbría de un tardío agosto de nuestros padres (es una hermosa conjetura, sin ningún sustento estadístico). Resulta de la canción llamativo cómo sesentaicuatro años eran edad de viejo en 1967, cuando se compuso el tema. Hoy no es siquiera edad de jubilación, por no decir que quien a tal altura de su vida no haya perdido el pelo probablemente no lo perderá, y que eso de “ponerme de comer”, dicho por un hombre a su mujer, puede hoy poner de uñas a más de uno y una.

Mayo ha llegado tarde, y sólo ayer sábado hemos comenzado en el meridión a sentir calor y a levantarnos por la mañana decididos a confinar el edredón en sus cuarteles de verano. Envejecer –no le busquemos eufemismos– es mucho más conveniente que no hacerlo. No ya por estar haciendo carreras nocturnas y mantener el llamado Índice de Masa Corporal en los niveles saludables, según la ortodoxia fit contemporánea, tan poblada por verdades de ocasión, normalmente agoreras y de chungo corte: si cenas hidratos, catapún; si tomas alimentos verdes al amanecer, espantas la enfermedad innombrable, aquella que amenaza a quienes viven bastante tiempo, mucho más que sus abuelos, llenando los parques, las cafeterías, los casinos del pueblo, los campos de golf y los gimnasios a media mañana, sin sentirse viejos en absoluto, porque estadísticamente ya no lo van siendo, por el incremento de la esperanza de vida en todas las franjas de edad, con la pirámide de población mutando en botijo y el sistema de pensiones con su viabilidad en entredicho: la dialéctica social ricos/pobres muta en otra de jóvenes/viejos.

La canción sigue diciendo: “Tú también te harás vieja, y si dices esa palabra, podría quedarme contigo”. Qué intriga. Pero apostemos a que dicha palabra no puede ser otra que amor.

stats